Transpirar no es joda

28 de diciembre de algún año pasado. No muy lejos de hoy, digamos entre unos 4 a 6 años atrás.



Yo era el supervisor de la sala de musculación del Jockey Club en la sede de Buenos Aires en el barrio Recoleta sobre la Calle Alvear.


Como sabrán, es un club exclusivo y sus socios son parte de una tradición dónde sólo hombres, hacen uso de las instalaciones.
La sede es una mansión suntuosa de fines del siglo XIX y cuenta con restaurant de lujo, biblioteca, sala de reuniones, salas de juego.

En planta baja y sub suelo, toda la parte que nos involucra a nosotros; un bar en el vestuario gigante con mesas y sillas, sauna, ducha escocesa, baño finlandés, sala de relax, una pileta de 20m x 10m. Masajista, peluquero, podólogo, y el gimnasio.
Sin ánimo de ser machista ni mucho menos, se pueden imaginar lo que significa un lugar de relax, esparcimiento y entrenamiento cerrado dónde sólo el género masculino tiene acceso… Todos desnudos.
O a lo sumo una toalla envuelta en la cintura, ojotas y el diario abajo del brazo, deambulando de un sector a otro como si fuera un tour turístico por el paraíso de la ociosidad.


Mayoritariamente, el tour comenzaba así:
La persona llega al club, pide la llave de su Locker, se viste con ropa deportiva, va al gimnasio. Realiza su plan de entrenamiento. Luego va a la pileta a pegarse un chapuzón, después al sauna alternando con el baño finlandés y la ducha escocesa, haciendo tiempo para la sesión de masajes. Unos minutos de siesta reparadora y finaliza con un aperitivo en el vestuario ojeando las noticias del día.
Este tour completo dura unas 3 horas.


Un sábado me encontraba haciendo mis tareas habituales en la sala de musculación, hablando con mi compañero sobre algún tema a coordinar. El gimnasio quedaba en el subsuelo, y a una escalera se encontraba el vestuario que tenía acceso a la pileta.


Jorge, es un socio del club de 57 años en ese entonces. Médico pediatra, un tipo regular en su asistencia. Tres veces por semana iba al club.
Ese sábado, cuando llegó, lo noté más flaco. O con menos panza! Y se lo comenté, ya que él buscaba reducir su porcentaje graso.
Lo felicité por el compromiso con su objetivo y él me respondió que estaba contento pero que todavía faltaba mucho y dejó escapar una mueca de frustración.
A lo que yo alenté a seguir hacia adelante, sin mirar atrás.


Él venía de muchos intentos y fracasos para cumplir su meta. Su compromiso, se quebrantaba ante el primer obstáculo. Y a pesar de su constancia, no llegaba nunca a tocarle la cola a esa liebre que perseguía.


Pero esta vez, era distinto. Le encontramos un sentido a sus ganas de adelgazar. Descubrimos juntos, “para qué” quería bajar de peso.
El era un excelente tenista. De esos que ganan habitualmente los desafíos a que se enfrentan. E incluso, hasta obtuvo alguna ensaladera de torneos amateurs dónde se presentaba a jugar.
El sobrepeso, había hecho que hasta en su pique más veloz, una babosa osara pasarlo mojándole la oreja. Y esto le generaba emociones de bronca, impotencia, imposibilidad y frustración.


Dado este descubrimiento, pudimos transformar esa resignación en una posibilidad. Lo que antes veía imposible, ahora era probable.
Fijamos la meta, (10kilos menos) tomó conciencia de lo que necesitaba, y pidió ayuda.
Le recomendé a Carolina, una de las mejores nutricionista que conozco y yo trabajé en su plan de entrenamiento.
Y así comenzó a moverse para saltar la vara que se había puesto.


Volviendo a ese sábado, cuando hacía unos 15 minutos que estaba en la bicicleta pedaleando, yo veía algo diferente en él. Distinto a lo habitual. Estaba traspirando demasiado. Encima, no tenía agua para tomar.
Se lo adjudiqué a que estaba con el buzo puesto todavía como había llegado.
Me acerqué y le pedí que por favor se sacara el buzo, que necesitaba estar más liviano para hacer ejercicio y que yo le iba a buscar agua. A lo que me respondió que NO.
En este caso, fui un poco menos amable, y le exigí que se debiera sacar el buzo sino, no podía permitir que siga usando las instalaciones.
Yo era el responsable de la seguridad e integridad física de todos los asistentes y eso no era saludable.


Sin dejar de pedalear accedió a mi pedido y empezó a sacarse el buzo.
Mientras Jorge se peleaba con el buzo rojo y empapado que lo tenía atrapado con los brazos arriba y la cabeza sumergida adentro, mis ojos se exaltaron al ver una barriga azul que asomaba por debajo de la remera. Patee mi mandíbula hacia arriba para acomodarla y poder hablar y le dije:


JORGE!!! Que haces con esa faja puesta?


Parece que mis gestualización y mi brazo extendido señalando la panza causo en Jorge un dejo de vergüenza ya que su respuesta tímida y cabizbaja fue:


…nada.


Inmediatamente lo bajé de la bici.
Comencé a ayudarlo para sacarse la faja que tenía bien ajustada a su cuerpo. Yo lo notaba a Jorge muy nervioso e insistiendo que él se la podía sacar sólo. Pero yo me quería asegurar que realmente se quede sin ella.


Mientras estaba con los brazos en alto y yo circundaba alrededor de su cuerpo, como si estuviera haciendo una danza aborigen alabando a un dios de la naturaleza, casi caigo desmayado al ver lo que mis ojos veían.
Imagínense cuando van al supermercado y se paran frente a la heladera de carnes. De repente ven un costillar de unos 8 o 9 kilos colgado con un gancho envuelto en papel film.
Esa fue la imagen que se me vino a la cabeza. Todo su torso estaba envuelto en papel film. Por lo menos 10 vueltas. Y con toda la carne apretujada.
Muy culposo, pero cegado por la ignorancia, me comentó que en la televisión vió a uno que lo aconsejó y que así, traspirando más, iba a perder peso más rápido.


Tuve que explicarle claramente.


Jorge, escuchame:


“El agua es una sustancia vital para nuestro cuerpo. Es la encargada de llevar a cabo todas las reacciones químicas en el metabolismo y cuando realizamos ejercicio, cumple otras funciones tanto en órganos como en los músculos.
Al elevarse la temperatura corporal, el sudor tiene la tarea de enfriar el cuerpo para lo cual necesitamos estar bien hidratados y con ropa cómoda, fresca y holgada, dejando libre los poros.
Con la transpiración se pierden cloro, potasio, sodio, magnesio y sales minerales.
Es un gran mito la idea de que al sudar más, se logra bajar de peso más rápidamente.
Si el cuerpo pierde agua, el corazón tiene que latir con más velocidad para transportar nutrientes y el oxígeno necesario hacia los diferentes grupos musculares. Así, al hacer un mayor esfuerzo cardíaco, se eleva la presión arterial que implica un alto riesgo.
Si el foco está puesto en la pérdida de peso, al elevar la temperatura, el cuerpo dejará de quemar grasas, ya que el metabolismo se defenderá tomando glucógeno, la fuente de energía más cercana.
Es importante atender las necesidades que el cuerpo va indicando. La sed es un primer síntoma de deshidratación. Si se continúa en movimiento sin ingerir líquido, es muy posible que se sufran calambres, mareos y ocasionar algún desmayo.
Como conclusión, la hidratación durante la actividad es más que importante y, aunque resulte tedioso o molesto en ciertas ocasiones, es imprescindible (y más en épocas de calor) que lleves una botella de agua o alguna otra bebida y por supuesto, con ropa adecuada.”


Finalmente, cuando termino de explicar, noté que todos estaban alrededor mío escuchando atentamente mis consejos.
De repente, Jorge me mira seriamente, fija sus ojos en los míos y me dice:


“Gastón, que la inocencia te valga”.


Todos rieron porque sabían que con esta joda yo iba a hervir en furia fácilmente.


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